Comer por causas emocionales consiste en usar los alimentos como una manera de afrontar las emociones en lugar de como una manera de calmar el hambre. Pero cuando se come de esta manera habitualmente, sobre todo sin ser consciente de ello, comer por causas emocionales puede acabar afectando al peso, la salud y el bienestar general. No hay mucha gente que establezca una conexión entre comer y las emociones. Pero entender qué desencadena la conducta de comer emocionalmente puede ayudar a seguir los pasos necesarios para dejar de hacerlo. Los pequeños factores estresantes diarios pueden hacer que la gente busque consuelo o distracción en la comida. Las personas pueden aprender a comer por causas emocionales: un niño a quien le dan una golosina tras un logro importante puede crecer utilizando los dulces como recompensa por el trabajo bien hecho. Un niño a quien le dan galletas para que deje de llorar puede aprender a asociar las galletas con el consuelo. Pero es posible. El problema de comer emocionalmente es que, en cuanto acaba el placer de comer, las emociones que lo desencadenan siguen ahí.
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